Desde muy pequeña a Doña Collares le gustaba fisgar. Aquello era algo a lo que no podía resistirse. Abrir ese pequeño cofre de tesoros era para ella su PASIÓN. Disfrutaba observando las piedras, los colores y las formas de todas la fruslerías que madre atesoraba en el joyero familiar.

Cuando Doña Collares recibió su primera propina no lo pensó. Sabía lo que deseaba: una hermosa joya. ¡Por fin se estaba haciendo mayor para poder lucirlas! Y su amor y talento eran tan grandes que deshacía sus propias joyas para rediseñarlas. ¡Cuánta creatividad y satisfacción!

El tiempo pasó y Doña Collares fue creciendo y, sin olvidar aquella PASIÓN, su vida se sumergió en un trabajo, en una rutina que son quererlo, le hizo ir olvidando ese lado mas creativo e inquieto. Las joyas ya no eran el faro que le guiaba.

Una Navidad, en el gran árbol familiar, se encontró un regalo que nunca hubiera podido imaginar y que volvería a despertar su PASIÓN.

Doña Aspirina le había hecho un collar, justo a ella, Doña Collares. Uhm pensó… fue en aquel preciso momento donde decidió que quería retomar su gran PASIÓN y convertirla en su nuevo TRABAJO.

Los comienzos fueron complicados, pues la inspiración no terminaba de llegar… pero poco a poco Doña Collares, con paciencia, perseverancia y constancia, recuperó aquel espíritu. Siempre inspirándose en su infancia, en aquel joyero familiar y en todas las magníficas sensaciones que le transmitía.

Doña Collares, cuyo nombre real es María, lleva desde 2013 transmitiendo su amor y pasión por lo que más feliz le hace, la creación de joyas.